sábado, 21 de abril de 2007

Exo-tismos


A raíz de la lata que últimamente me ha dado Pedro por mi afición a los Beatles, (hemos hecho el plan de destrozar alguno de sus discos en el próximo curso de audio), no dejo de pensar en la soledad de los gustos musicales - ¿a todos les pasará eso?- y me pregunto, por enésima vez, qué los condiciona.
Estoy seguro de que tiene que ver con los momentos íntimos y sensibles que nos van atacando a lo largo de la existencia, con los destellos de luminosidad repentinos de la infancia en los que súbitamente se ordenaba el cosmos, con los momentos de fragilidad o con el origen de clase, con la inteligencia, con el azar.
Aún así son demasiadas variables, y al final nada explica porqué sólo yo entiendo la música como yo, y yo no entiendo cómo te puede gustar x...
Ahora hay empresas que se dedican a hacer analítica sobre los componentes de éxito de las canciones, desarrollan complejos programas para que las discográficas maximicen sus recursos apostando sobre seguro. Afortunadamente fracasarán... si no me voy a sentir aún mas sólo.

El único objeto de estudio que tengo a mano soy yo mismo, y, para empezar, he logrado identificar sensaciones que tienen que ver con las noches en que mi madre me leía aventuras de Sandokan o de Tintin.
Salgari y Hergé tienen en común descripciones muy vívidas de lugares que jamás habían visto, romantizando, si se me permite, los entornos en los que se situaban sus relatos; eso los dota de una potencia particular: tienen una capacidad de estímulo de la imaginación enorme, quizá más fuerte por el hecho de tener que potenciar ellos mismos la suya para hacer creíbles sus historias, o por su propia necesidad de escapar.

Este falso exotismo, esa necesidad de viajar sin salir de la propia cabeza me fue inoculada desde pequeño, y se ha traducido en búsqueda musical. Quizá por eso, salvo un par de excepciones, no soporto el rock en español: me es demasiado real e inmediato, las palabras pesan más que la música, y las palabras de los rockeros rara vez me interesan. La música, en tanto que misterio, se resiste a la comprensión. Por eso soy músico.

Y me han pasado cosas curiosas, por ejemplo: el flamenco me producía una fascinación enorme mientras vivía en México. Su sonoridad, su fuerza, se sumaban a la ilusión de tener unas raíces en otro país que dieran un nuevo sentido a mi vida. Ahora que he pisado su tierra, probado sus sabores, olido sus aromas, ha dejado de interesarme en lo absoluto. Lo aprecio como género y lo disfruto racionalmente, pero para mí ha perdido toda su magia. Ha dejado de ser exótico. Al cobrar sentido en su contexto se ha muerto la fantasía.

Los mundos intangibles a los que me transporta la música son tan reales como la calle horrible y sucia porque son música, y la música es absolutamente real.
Son parte de ella tanto como los instrumentos que la tocan o el páncreas del músico. Son universos posibles, infinitos e individuales, y cada música alberga una colección única para cada espíritu.
La ruta de viaje es, con frecuencia, solitaria. A lo más que podemos aspirar es a colisiones fortuitas, conexiones esporádicas, unas risas aquí, una lagrimilla por allá.
Como digo: tan real como la vida misma.

4 comentarios:

Jaime Benlliure dijo...

dear bro:
no tenia ni p.. idea que tenias eset blog, pero como supongo que alguna vez de chiquitos nos bañaron juntos, me he metido sin pudor a navegarlo. Me encanta leer tus recuerdos de infancia y como ese entonces ha marcado tu ahora, encuentro muchas cosas en comun que igualmente atesoro con gran cariño y agradezco a nuestros padres por habernos, dentro de su peculiaridad tan peculiar de ellos, revelado tantas puertas.
Te admiro y te envidio por haber encontrado tu laberinto en el cual perderte, y supongo que cuanto más perdido estes más exitosa habrá sido la búsqueda.
Desconfio de la gente que todo el tiempo pretende tener respuestas a todo, prefiero a aquellos que se lo curran para plantear una pregunta...

Diego Benlliure dijo...

¡qué chida es mi familia! ¿no?

Anónimo dijo...

no hay nada más solo que la soledad musical.
Los gustos musicales de las personas me dicen mucho sobre ellas, o eso quiero creer. Me sirve como medidor para saber si me caerán bien o mejor me alejo. Desde luego, me he equivocado cientos de veces. PEro afortunadamente ya me aliviané e intento no prejuiciar mi opinión sobre la gente por sus gustos, aunque muchas veces el inconsciente me traiciona...
"si a esa le gusta Bisbal, seguramente es una majura descerebrada"....

Diego Benlliure dijo...

La música que escucha la gente dice mucho sobre su personalidad, pero aún así sorpresas ocurren.
Cuando descubrí que algunos de mis amigos eran admiradores de José José (deadeveras, no de posmodernia) tuve que aprender muchas cosas.
La música que nos conquista tiene un componente de misterio enorme.
Al final una mínima afinidad musical es necesaria ¿no? aunque sea pequeñita.
A mí me cuesta menos NO juzgar a la gente por lo que dice que por lo que escucha.
¡qué lejos estoy de la luz!