lunes, 16 de julio de 2007

Neko Case



Cuando se trata de hablar de algo en relación con el sexo de quien lo produce los tópicos se amontonan tanto que aburren, es fácil ahogarse en vacuos lugares comunes o ejercicios que suelen ocultar machismo o, al menos, misoginia. Sin embargo hay que decir que el sexo femenino, sin importar su edad, es capaz de hablar de un universo mucho más grande de sensaciones, de ver la vida desde tantos puntos de vista como horas tiene el día y siempre conservar una entraña de misterio.
Las chicas pueden ser así, tópicos o no.

Así, me estoy dando cuenta de que me interesa más la música que hacen las mujeres. Mi último amor musical lo encarna Neko Case, pero la lista es larga: Hildegard Von Bingen, Billie Holliday, Kate Bush, Suzanne Vega, Elizabeth Frazer, Lisa Gerrard, Siouxsie Sioux, Sade Adu, Patti Smith, PJ Harvey, Rickie Lee Jones, Joni Mitchel, Sinead O'Connor, Tracey Thorn, Roisin Murphy, Tujiko Noriko, Leila, Imogen Heap, Björk.

Variado como es este universo, rezuma feminidad; y misteriosas como me resultan las mujeres, todo aquello en que asome su mundo interior me produce embelezo.
Será la edad.

Todo eso le sienta muy bien a la música.

Vuelvo a mi deliciosa coetánea Neko Case, culpable de hacer un disco que me ha hechizado de principio a fin: Fox Confessor Brings The Flood. Hago énfasis en lo de coetánea por varias razones, pero sobre todo porque me hace sentir que aún no se me pasa el arroz (musicalmente, claro, el otro ya se coció)
... iluso.
Al principio el dejo country hizo saltar mis alarmas gringófobas, incluso me predispuso para la decepción e hice una apuesta mental sobre cuantas canciones iba a aguantar, pagando dos a uno a que no pasaba de tres.
Tres veces escuché el disco completo sin parar.
La primera vez a lo lejos, limpiando la cocina, con la intención de prestarle atención superficial, pero no se dejó: a cada rato me llamaba la atención un giro melódico, una secuencia de acordes o un desgarro en la voz. Y súbitamente se acabó, con lo que hubo que ponerlo otra vez porque ya me había intrigado. Y luego otra vez porque se veían las estrellas desde la ventana y quería escucharlo con Jimena a ver si aquello de verdad estaba bueno o me estaba afectando el calor.
Hacía años que no me pasaba esto.
Tiene el color del desierto de una road movie, la garra de su pasado punk. No se conforma con fórmulas fáciles sin perder la sencillez. Desafina, pero desafina sabroso. Tiene "blues", catarsis. Música para los barflies en una polvorienta carretera quizá de Dakota, pero nunca ingenua o complaciente. Inequívocamente gringa, pero de ésas que no se ven en la tele. Música de una generación que ha padecido a un Reagan y dos Bush y que no se engaña.
Bastante jodidos estamos. Y aún así hay lugar para la belleza. O para inventar una nueva.
Cantando así.
Le creo y eso me basta.
El hecho de que Neko Case rechace aguerridamente discográficas transnacionales, MTV's y demás parafernalia es sólo un dato más sobre los muchos encantos que guarda.
A mí la música, y lo demás es periferia.