lunes, 28 de mayo de 2007

179-2



Por ahí me he topado con un meme que circula por ahí; y como arribista, gorrón y encajoso que soy, no he podido resistirme a la curiosidad de involucrarme.

Se trata de transcribir el segundo párrafo de la página 179 del libro que estoy leyendo, así que ahí les va:

"Cuando ella miró a Pauline, se sobresaltó. ¡No era Pauline! Incluso con aquella ropa tan sombría parecía otra persona, más joven, como si de pronto se hubiera quitado de encima una pesada carga. No era su cara, ni su boca, ni su frente lo que había cambiado. Todo el cambio venía de la secreta alegría que animaba sus ojos negros. Algo desconocido para todos le producía una infinita alegría interior."

Maria Dermoût, Las diez mil cosas

La página 179 de otro libro que leo, curiosamente es la última de la novela aún no publicada de mi amigo Juan Pablo; con lo cual se me haría una auténtica putada transcribir el párrafo final.

Lo que voy a hacer es incluir en este ejercicio la canción No. 179 de la biblioteca del itunes, y la segunda canción que me recete Calypso (en riguroso orden aleatorio) a partir de éste momento.





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martes, 22 de mayo de 2007

Música para caballos



Es una cosa corriente en este negocio tener que explicar la música que haces; parece muy normal y lógico, pero hasta que lo intentas te das cuenta de lo absurdo que es, sobre todo cuando la filosofía de lo que haces implica pasarte por el forro las convenciones descriptivas y olvidarte de géneros, modas y tendencias.
Me suele generar situaciones grotescas y embarazosas en las que irremediablemente quedo bastante mal.
"... pueees es cooomo" pfffff, es espantoso.
Llevo mucha tinta y muchas horas de reflexión desperdiciadas tratando de definir de qué se trata exocet mas allá de ser un diario y todo eso que cuento para evitar decir demasiado. Esta vez lo intentaré de otra forma, a ver si ahora llego a algo.

En esencia hay dos caminos que se complementan:
El uno emana de la música que he escuchado toda mi vida: canciones en formato pop. Entiéndase por pop aquello que abarca desde standards de jazz hasta the clash. Es decir la forma canción, con sus estrofas, estribillos y contrastes.
La canción es común a casi todas las personas del planeta; es algo que nos enlaza, algo en lo que, pese al protagonismo de la voz, la lengua pasa a un segundo plano.
Es un vehículo universal. Podemos disfrutar de canciones en swahili, en bretón o en purépecha aunque no entendamos ni una palabra de lo que nos cuentan: la música es tan poderosa que nos basta para inventarnos nuestra propia historia.

El otro tiene que ver con lo personal, con la necesidad de encontrar y expresar una identidad musical propia, no exenta de influencias, pero a fin de cuentas algo que pueda llamar mío. Con el cómo hacer que las canciones reflejen mi vida, mi intimidad, mi paso efímero por éste planeta.

¿cómo se manifiesta esto en la música?
Aquí me detengo en un par de cosas:
Por un lado se trata de lograr que la armonía tenga colores y matices varios. No busco complicación o complejidad, pero sí que los acordes detonen la atmósfera sobre la cual va a nadar la canción.
Esta fase de trabajo usualmente la hago al piano, antes de meterme a programar nada. Posiblemente la pista de piano luego será descartada y las voces del acorde redistribuidas para dar sutileza al movimiento armónico.

La segunda cosa a la que presto especial atención es al sonido, que es como la piel de la canción; y aquí me gusta contrastar timbres conocidos para el oído como pianos, guitarras, etcétera, con atmósferas construidas especialmente para cada tema ya sea por síntesis, sampleos u otras técnicas.
Me gustan las fuentes poco habituales, me gusta cómo ineractúa un sonido sobre otro, como el ruido se convierte en música y viceversa. Me gusta esa frontera y me divierto excitándola.
Cada canción representa un momento único, y por lo tanto debe tener un sonido especial.
Este recorrido me lleva cada vez más lejos del gusto de la gente, pero me acerca a la ilusión de mi sonido; que es la razón fundamental del trabajo.
Quién sabe por qué, pura necedad.

El último aspecto por el que se me cuestiona a menudo es el idioma, ¿porqué siendo mexicano escribo en inglés?
Esta pregunta me ha quitado el sueño, me ha hecho sufrir bastante y ha tenido varias respuestas, insatisfactorias todas.
La mas honesta creo que es ésta:

Cuando empiezo a trabajar sobre la voz de una canción el 99% de las veces no he escrito ni una palabra de la letra, y lo que hago es probar melodías contra la música tratando de conectar con la parte más intuitiva e irracional de mi cerebro, porque soy consciente de que la voz es lo más expresivo que va a haber en la canción y me interesa que tenga una carga emocional.
En ésta búsqueda de la melodía las palabras vienen automáticamente en inglés; supongo que porque casi toda la música que me gusta está en aquella lengua para hablar a los caballos, y porque me es más fácil fluir así, sin tener que preocuparme por racionalizar.
Usualmente este proceso de palabras o frases que surgen de manera semi-consciente me termina por sugerir las ideas básicas de la letra, y las veces que me he detenido a traducir el fracaso ha sido estrepitoso: la sonoridad no me convence y las palabras quedan demasiado ajustadas. Supongo que eso es una señal de que soy bastante malo escribiendo, y debe ser verdad porque tampoco me preocupa. Siempre he visto la voz (si se me permite) como un instrumento más. Para las palabras prefiero los libros.

No me interesa demasiado lo que dicen los cantantes. La mayor parte de las veces me decepcionan cuando les presto atención.
Las letras de mis canciones han de resultar ininteligibles al escucha. Siempre hablan de intimidades, de cosas que me duelen, de inseguridad y miedo, pero con códigos que quizá sólo yo entiendo. Otra vez tampoco me importa. Lo único que procuro es decir la verdad, o no mentir, que no es lo mismo.

Tampoco quedó muy claro.

Al final va a ser mejor contar que cada semana recibo una llamada anónima con una voz sensualísima que me tararea las canciones al oído; o que me vienen en sueños lúcidos mientras vuelo sobre el lago Tangañica (ésto le encantaría a ciertos personajes que conozco que se las dan de místicos); o que son las canciones perdidas de Milli Vanilli...
Si todo es mentira ¿por qué no decir que es música para caballos?

viernes, 4 de mayo de 2007

Unicidad: Nick Drake


No cabe duda de que la guitarra acústica ("clásica" o "española") es un instrumento portentoso: es portátil, ligera, capaz de construir acordes complejos, permite hacer contrapuntos melódicos, y tiene un timbre rico en armónicos. La potencia sonora que emite envuelve muy bien a la voz humana sin competir con ella. Es quizá el instrumento más versátil.
No es de extrañarse que haya sido usada para acompañar las desdichas de multitud de almas en pena, dando lugar a eso que horriblemente llaman "la bohemia" (un misterio clasemediero más)
Cuando yo era niño, en los setentas, el mundo estaba plagado de "trovadores": músicos que se sentían profundísimos poetas, que se concebían a sí mismos como guerrilleros que empuñaban sus guitarras como fusiles en la batalla por la libertad.
De cuba nos llegó Silvio Rodríguez, de Chile Víctor Jara. En México teníamos a Oscar Chávez y en España a Paco Ibáñez. Por mencionar a los que viví más de cerca.
A todos presento mis respetos. No me voy a meter con su calidad musical, ni con sus posturas ideológicas: cada quién hace lo que puede con lo que tiene.
Lo que sí voy a contar es mi experiencia personal.
Resulta que fui a dar a una escuela de "izquierdas", mis compañeros eran hijos de intelectuales reputados, mis profesores combativos militantes, y claro el "soundtrack" era básicamente Silvio Rodríguez con sus lamentaciones y su perdido unicornio azul (según recientes descubrimientos parece que se lo robó mi pequeño pony).
Qué pesadilla.
A los doce años los niños varones estamos en la indefinición total. Algunos ya son adolescentes, otros siguen siendo niños y la mayoría ni lo uno ni lo otro. Yo era de los que todavía eran niños: era el más bajito de la clase y, junto con Inti, mi hermano del alma, constantes blancos del abuso de los mayores de todas las generaciones que había por encima. El primer año de secundaria fue horroroso. Esto ha hecho que mi fobia por la trova, y en especial por Silvio Rodríguez, sea más profunda que un simple disgusto musical: es una fobia en toda regla, se me descompone el cuerpo, me mareo y me dan náuseas. No exagero.
Por eso, cuando escuché por primera vez música basada en sintetizadores me fui de cabeza.
Me ha costado mucho superar el trauma, y aunque la "trova" sigue haciéndome huir, la idea de la guitarra y la voz me escuece cada vez menos, y en gran parte gracias a Nick Drake.
Mi hermana Aisha, que es muy melómana, me lo recomendó cuando yo estaba en mi etapa más Sylvianesca, pero no tuve ocasión de escucharlo hasta hace un par de años: estaba en uno de esos momentos en que estás harto de oír siempre lo mismo, pero que a la vez nada nuevo te gusta; además pasaba por una severa crisis de creatividad. En la biblioteca de Sant Pau me topé con el Pink Moon y me lo llevé confiando en el gusto musical de Aisha.
No tenía ni idea de lo que me esperaba, y confieso que los primeros cuatro compases me produjeron un vuelco en el estómago, pero cuando me disponía a sudar frío, me di cuenta de que aquello no estaba tan mal, nada mal... de hecho me atrapó.
La música de Nick Drake no es convencional. Es extremadamente simple, casi mínima. Pero el sortilegio, seguro, está en su voz, y aquí voy a hacer otra disertación, con su permiso.
Creo que en esencia cantar es una impostura, es una lucha entre quienes somos y quienes querríamos ser. Cantar es como desnudarse, es exponer lo que la naturaleza nos ha dado, y a medida que vamos practicando vamos "vistiendo" nuestra voz. Lo he vivido en carne propia, y además es notorio en el 99,99% de los cantantes. Nos protegemos con técnica, tecnología o lo que haga falta. Impostamos, desde Montserrat Caballé hasta Johnny Rotten.
La naturalidad de la voz de Nick Drake me resultó sobrecogedora, y por lo tanto me parece que su música posee la virtud de reconocer su propia individualidad, es la música de alguien que sabe que está sólo en el mundo, y que sabe que es absolutamente inevitable. Cuando un músico alcanza ese nivel de unicidad en tanto que se asume como individuo irrepetible, rompe todos los géneros de un plumazo, automáticamente se sitúa por encima de toda frivolidad.
No me voy a meter con el mito en que se ha convertido porque me parece que es celebrar más su muerte que su vida.
Como muestra, aquí está Road del disco Pink Moon de 1974; y para agradecerle su música he puesto Solid Air, la canción que da nombre al disco que le dedicó su amigo John Martyn en 1973, y la versión de Pink Moon que hice yo en 2004. Quien conozca la original sabrá que es infinitamente mejor que la mía, cada quien hace lo que puede con lo que tiene.
Hacer una versión o "cover" es un ejercicio que procuro hacer una o dos veces al año: además de lo que se aprende, se establece una relación muy interesante con el compositor; sobre todo si la versión no pretende ser una calca sino una reinterpretación del original.
En este caso, mientras la hacía descubrí que parte del encanto es la afinación extraña de la guitarra: cuando metí un muestreo de la canción para procesarlo en el metasynth me encontré con una serie de armónicos que no me esperaba.
No voy a ser tan tonto como para poner aquí las dos versiones, primero porque quedaría como un pelele, y luego porque es una oportunidad de que quien no lo conozca escuche algo más.

ROAD
You can say the sun is shining if you really want to
I can see the moon and it seems so clear
You can take the road that takes you
to the stars now
I can take a road that’ll see me through